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Los conventos y monasterios del pasado convertidos en restaurantes
Son muchos los conventos y monasterios en el mundo que con el paso del tiempo dejaron de albergar a las congregaciones religiosas y se han refuncionalizado como hoteles de lujo, restaurantes, galerías de arte y otros rubros. Buenos Aires no es la excepción y esta reconversión es muy atractiva para los porteños y turistas.
Con las puertas abiertas, las opciones gastronómicas instaladas donde hace años vivían las congregaciones en formato de clausura promueven la puesta en valor de los edificios históricos. Bares y restaurantes aprovechan los patios y convierten los claustros centrales en paisajes donde las galerías y las arcadas son protagonistas.
Por ejemplo, a principios del siglo XVIII, en Recoleta, la congregación de los monjes recoletos de la congregación Franciscana hizo construir un convento y una capilla que actualmente ocupa el Centro Cultural Recoleta. La reforma estuvo a cargo de los arquitectos Jacques Bedel, Luis Benedit y Clorindo Testa. Cuenta con 27 salas de exposición en las que se presentan muestras de artes plásticas, conciertos, teatro, danza, y muchas otras actividades. También alberga el Museo Participativo de Ciencias, cuya consigna es “Prohibido No tocar” y donde los niños pueden aprender jugando.
En Devoto, y a dos cuadras de la plaza, se encuentra el bistró Ávito, del chef cordobés Julio Figueroa, que desde el juego de palabras (ávito-hábito) rescata la huella monacal de la congregación de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia, en la calle Pareja 3670. El convento cambió de piel en 2018 cuando la congregación se mudó a otro edificio para centralizar sus actividades. Luego de ser sede de Casa FOA (exposición de arquitectura e interiorismo), lo compró el grupo desarrollador MMCV (Mizraji-Manusovich-Cicchinelli-Cicchinelli) y levantó un complejo residencial que se integró a la estructura y la fachada histórica.
Sobre las mismas baldosas que hace 120 años llegaron de Liguria, Figueroa respetó la estructura y los pisos originales e incorporó detalles modernos en la ex capilla. “Me interesaba generar un diálogo entre el pasado y el presente, no solo desde el diseño sino también desde una carta con pocos platos que se renuevan cada 15 días. Hacemos cocina de cuchara, pastelitos y ñoquis con toques de autor”, destaca el chef, que desembarcó con una propuesta “poco invasiva y confortable”. La música es suave, la vereda está empedrada, la cava cuenta con 30 etiquetas de vinos orgánicos. “Celebrar encuentros sagrados es la consigna”, asegura.
También en Villa Crespo, en el Convento de San José, los claustros que habitaron cerca de 100 monjas de la congregación Hermanas Religiosas de San José alojan un espacio de cata de vinos, un café de especialidad, el local de joyería contemporánea Siete de Autor, el showroom de zapatos Antes Muertas y el de ropa de jean Limay Denim. Además, 14 departamentos residenciales de alquiler para turistas en la segunda planta. En Gurruchaga 1060, el patio central de Casa San José es un auténtico oasis urbano: con lamparitas que se prenden al atardecer, el espejo de agua y los árboles que mantienen sus copas frescas como entonces convierten al lugar en un refugio ideal para equilibrar el vértigo comercial de la zona de outlets.
Allí también se instaló Como Club de Cocineros, en Gurruchaga 1042, un bar para almorzar o tomar un café de especialidad al aire libre o detrás de los inmensos ventanales y disfrutar la pastelería basada en plantas. Con un patio ajardinado a la vereda, los tonos cálidos elegidos subrayan la calma del lugar. También está Wining, un espacio de catas y coworking donde los productores de vino despliegan la historia, proyectos y estilos de diferentes zonas vitivinícolas del país.
Otro precioso lugar, tranquilo y rodeado de plantas y árboles es Café Bistró 1745, en el pulmón del monasterio Santa Catalina de Siena, el primero fundado para mujeres que data de 1745. Situado en la calle San Martín 705, frente a las Galerías Pacífico, con una impronta colonial muy atractiva que invita a ingresar, relajarse y respirar aire puro, mientras se puede tomar y comer algo rico. En este Monumento Histórico Nacional vivieron las monjas de la Segunda Orden Dominicana hasta 1974, cuando la congregación decidió mudarse a San Justo y donó los edificios al Arzobispado de Buenos Aires.
Desde 2001, funciona como Centro de Atención Espiritual y desde 2022 el café es uno de los lugares preferidos de oficinistas que habitualmente disfrutan desayunos, almuerzos y meriendas creados por el chef ejecutivo Alejandro Bontempo y la chef patissier Yanina Benítez, el mismo equipo del Hotel Madero.
Otro espacio refuncionalizado es el Convento San Ramón Nonato, en Reconquista 269, conocido como el pulmón del microcentro, donde actualmente se ubica El Patio, que ocupa los jardines de aquel convento, donde reinan el verde y el silencio, tal cual lo soñó fray Pedro López Valero cuando lo fundó en 1603, el primer Comendador de la Orden nombrado por el Padre Francisco Escudero, jesuita. Actualmente la Orden de la Merced administra el espacio que también aloja la Biblioteca Central Mercedaria. Entre sus arcadas, columnas y senderos rodeados de pinos y palmeras se puede desayunar y almorzar comida simple y a buenos precios.
San Telmo, el barrio más antiguo de la ciudad, también tiene su Bar Atis, en Perú 1024, en el lugar donde estuvo un convento jesuita, con pequeñas habitaciones, que después de la epidemia de fiebre amarilla se convirtió en conventillo, hostel, feria de artesanos y también albergó varios restaurantes. Desde 2020 una cooperativa gestiona el espacio que conserva el piso en damero del patio, los vitrales en las ventanas, ornamentos originales y escaleras infinitas hacia el bar, un jardín en altura. “Cada rincón es especial y aún guardan el rizoma sonoro de oraciones silenciosas, decoraciones eclécticas, y altares olvidados entre cientos de especies de plantas que dan una vida misteriosa a una de las terrazas mejor guardadas de Buenos Aires”, destacan sus dueños, que ofrecen carnes, brochettes de pollo, sándwiches, tapas y tragos.
Como podemos ver, Buenos Aires es una ciudad que nos sorprende a cada paso y caminar por sus barrios siempre nos permite descubrir estos lugares que guardan parte de nuestra historia, pero hoy, esa historia ha cambiado, se conservan los espacios pero con otras funciones, acordes a los tiempos que corren. Se mantiene la mística, nos ofrecen un ambiente sereno, pero nos permiten disfrutar de la gastronomía, el arte y el encuentro con alguien o simplemente, con nosotros mismos.
Susana Espósito - 6624 caracteres – Miércoles 16/04/25
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