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  • Costumbres de los Porteños

    Los porteños fueron adoptando distintas costumbres, algunas siguen a través de los años y otras son producto de la modernidad:

    El mate, siempre fiel compañero, se toma solo pero es mucho mejor en rueda de amigos.

    El café es otra infusión que toman los porteños a cualquier hora del día, en cualquier lugar y más allá de ser el nombre de la infusión, también se llama así al lugar donde se sirve, donde nos sentamos a disfrutarlo mirando a través de una ventana, solos, acompañados, es una buena excusa para el encuentro y para compartir charlas o encuentros de enamorados.

    El asado es una de las comidas irresistibles de los domingos, tiene toda una ceremonia previa, ya que mientras se enciende el fuego para cocinar distintos tipos de carnes y achuras (chorizos, chinchulines, morcilla, riñoncitos, mollejas), es habitual "la picadita" (queso, salamín, aceitunas, etc) para acortar la espera.


    La pasta es otra de las opciones para los domingos. Antes se amasaban fideos o ñoquis que eran servidos con un rico estofado, pero actualmente, el ama de casa moderna trata de evitar la cocina y se compran las pastas en casas de elaboración propia.

    El tango, nuestra música ciudadana, cada día más vigente.

    El fútbol es otra de las pasiones de los argentinos que disfrutan de ir a las canchas a presenciar un partido y alentar a su equipo favorito.


    En la actualidad, los porteños han incorporado otras costumbres:

    Hoy en día comer sushi parece más sofisticado que elegir comidas más tradicionales para los argentinos.

    La telefonía celular que usan excesivamente y ha influido negativamente en los porteños, ya que no se despegan de sus celulares y hablan todo el tiempo.

    Ya son muchos los que delegan la responsabilidad de sacar a sus perros a dar una vuelta y contratan paseadores de perros, algo que llama muchísimo la atención de los turistas.


    Otra mala costumbre es la de no respetar los espacios públicos, cada vez más sucios; el vandalismo con los monumentos de la ciudad o los graffitis en las fachadas de los edificios. Hay falta de sentido de pertenencia. Lamentable.

    Ahora se bailan otros ritmos y lo increíble es que hombres y mujeres bailan cada uno por su lado con la música a todo volumen, ensordecedora; se perdió el abrazo del tango o de los "lentos" que nos permitían estar en contacto con el otro, hablarnos al oído, sentir el latido de nuestros corazones y el despertar del amor.