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    Desde 01/01/2016




    Cuando "el arte" no deja de sorprendernos

    En nombre del arte, algunos encuentran la oportunidad para dar rienda suelta a sus delirantes ocurrencias. Hace poco, una banana pegada con una tira adhesiva a una pared fue presentada y rematada en miles de dólares y ahora, la última novedad que pretende ser interpretada como obra de arte comestible es un helado con sabor a Piedra Movediza de Tandil...

    Helado Piedra MovedizaY quién puede discutir si es arte o no, cuando algunos conceptos dicen que arte es lo que cada uno quiere que sea, también se dice que arte es una obra que despierta interés, curiosidad y genera halagos o críticas, otros dicen que son las obras que perduran en el tiempo y así, otros tantos conceptos, muchos tan inentendibles como considerar que un helado con sabor a Piedra Movediza de Tandil es arte.

    El creador de "esta genialidad" es el artista Cristian Segura y la describe como “una obra de arte comestible que desafía la memoria y los sentidos”. La presentó en la Noche de las Librerías y el 8 de marzo habrá rondas en el Parque Lítico La Movediza y en el Museo de Bellas Artes de Tandil.

    Pues veamos lo que creo que opinarían los sentidos: La vista: la bocha de helado gris, ya no resulta atractiva ni tentadora por su color; el olfato no puede imaginar que aroma tiene una piedra, así que lo desaprobaría, luego y al intentar pasarle la lengua, el sentido del tacto podría verse perjudicado, tal vez la bocha del helado se mueva, como la Piedra Movediza y finalmente, logre lamerlo, raspándola, hasta que finalmente, el sentido del gusto confirmará que no resulta agradable, podría ser igual o peor que "chupar un clavo".

    Si además de desafiar a los sentidos también es un desafío a la memoria, yo no recuerdo haber chupado una piedra para que ese helado me lo recuerde, más bien pretendería olvidarlo y que no ocupe espacio en mi memoria

    ¿Cuántos se animarán a probarlo?

    El creador está muy esperanzado en que sea del agrado de muchos y por eso se lo escuchó decir:

    “Me gustaría llevar esta experiencia aún más lejos: montar un carrito de helados frente a la costa, en el Museo del MAR en Mar del Plata, junto al icónico lobo marino de alfajores de Marta Minujín, y repartirlo entre quienes visitan el museo -proyecta-. Sería un nuevo diálogo entre arte, memoria y territorio, donde la historia de Tandil y su piedra se funde con el mar, el viento y la cultura de otra ciudad”.


    Susana Espósito - 2382 caracteres – Sábado 15/02/25