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Se cumplen 79 años de la muerte de Saint ExupéryAntoine de Saint Exupéry fue un escritor y aviador francés, creador de una exitosa obra reconocida en el mundo, "El Principito". Había nacido el 29 de junio de 1900, en Lyon-Francia y falleció el 31 de julio de 1944. Este lunes se cumplen 79 años de su trágica muerte. Difícilmente alguien no haya leído o escuchado hablar de El Principito, un libro infantil que habla sobre el sentido de la vida, el amor, la amistad, la pérdida, la tristeza y el afán de superación. Por eso vale la pena leerlo y releerlo, para descubrir esa enseñanza que deja la relación de ese niño que vive en un planeta apenas más grande que él, con una rosa, una serpiente y otros personajes que van apareciendo en la historia. Lo que no muchos saben es que Antoine de Saint Exupéry, estuvo y vivió un tiempo en Argentina y hay algunas anécdotas curiosas y simpáticas de su permanencia en Buenos Aires. Llegó a la Argentina el 12 de octubre de 1929 y estuvo aquí hasta el 1º de febrero de 1931. Era un hombre de treinta años que había volado ya para la compañía de correo aéreo Latécoère, en Francia y Africa. Aeroposta Argentina, de capitales franceses, se había instalado en Buenos Aires y por cuenta del Estado y con pilotos galos y argentinos, distribuía cartas y paquetes a través de una red aérea que partiendo de Buenos Aires llegaba a Santiago de Chile y Asunción. Saint-Exupéry fue nombrado director técnico y encargado de organizar una nueva ruta al sur que ligara Buenos Aires con Río Gallegos, con escalas en Bahía Blanca, San Antonio Oeste, Comodoro Rivadavia y Puerto Santa Cruz. En Buenos Aires, Saint-Exupéry se instaló en el departamento 605 de la Galería Güemes, en plena calle Florida. Era un organizador, pero procuraba volar, porque le gustaba tanto como escribir. Volar era su vida. Solía decir que cuando volaba, se hundía en el universo azul, sobre todo en la alta noche y su espíritu se apropiaba de la paz. En las madrugadas, en su habitación de la Galería Güemes, antes de caer exhausto, Saint-Exupéry escribía febrilmente Vol de nuit (Vuelo nocturno), una novela que tenía algo de diario personal. Allí reelaboraba su propia experiencia en los cielos argentinos. Dicen que tenía un cachorro de foca en la bañera de aquel departamento de dos ambientes, en la Galería, que motivó las protestas de los vecinos, por el olor que generaba el animal. Parece que la había traído en avión desde el Sur y la tenía en la bañera, con agua y cubitos y la alimentaba con pescado, por eso el olor. En septiembre de 1930, el destino de Antoine de Saint-Exupéry iba a cambiar. Le gustaban las mujeres bellas y siendo un soltero que ganaba mucho dinero, no le faltaban aventuras. Frecuentaba el Tabarís y otros lugares nocturnos. Pero esas compañías fugaces no le bastaban. Una tarde fue a escuchar una conferencia organizada por los Amigos del Arte en la Galería Van Riel, de la calle Florida y allí conoció a la mujer de su vida. Se llamaba Consuelo Suncín, era salvadoreña y a sus treinta años era doblemente viuda, primero de un militar mexicano, luego de un periodista estrella en su época, Enrique Gómez Carrillo. Consuelo había venido a la Argentina para cobrar sueldos adeudados a su esposo, amigo personal del presidente Hipólito Yrigoyen, quien lo había nombrado cónsul argentino en París. Nada más verla, Antoine se enamoró. Le explicó que era aviador y esa misma noche la invitó a volar. Venciendo los temores de Consuelo, fueron al aeropuerto de Pacheco, montaron en el Laté 24 –tenía dos asientos, para el piloto y el copiloto– y mientras sobrevolaban el río de la Plata y la ciudad iluminada, él le dijo: – O usted me da un beso o nos estrellamos los dos… Lo consiguió. Pero no le bastaba. – Quiero casarme con usted. O me da el sí o nos hundiremos en el río. Esa noche terminó en el departamento de la Galería Güemes. La pareja de Antoine y Consuelo fue, a su manera, indestructible y duró hasta el fin. Cuando estaban juntos se peleaban, cuando estaban separados se añoraban. Las discusiones constantes hicieron áspera la convivencia. Tuvieron ambos otras parejas. Pero volvían a juntarse una y otra vez. El la retrató en El principito: Consuelo es la Rosa, con la que dialoga el protagonista. En 1940, Saint-Exupéry vivía exiliado en Nueva York, en un departamento alto sobre el Central Park. La traducción al inglés de Tierra de los hombres y Piloto de guerra, crónicas sobre sus aventuras como piloto, eran best-sellers. Consiguió llevar a Consuelo a los Estados Unidos. La pareja volvió a convivir aunque nunca se recompuso realmente. A pedido de su editor norteamericano, que gustaba de los dibujitos con los que Antoine adornaba el borde de sus cartas, escribió un cuento infantil que tituló Le petit prince (El principito). Lo ilustró con unas acuarelas en las que aparecía un niño rubio. Corría 1943. Saint-Exupéry vivía una crisis. No podía soportar la idea de que su patria, humillada por el invasor nazi, permaneciera pasiva en la derrota. Se embarcó hacia Argelia con un contingente de hombres que querían alistarse en la guerra. En el año y medio que siguió, Saint-Exupéry intentó por todos los medios que la aviación aliada lo incorporase a alguna misión de guerra. Le dijeron mil veces que era imposible: tenía 44 años y un cuerpo inútil por las fracturas sufridas en sus accidentes y porque no pasaba los test para pilotear los Lightning P 38 cuyos pilotos tenían entre 23 y 24 años. Pero insistió hasta que lo dejaron volar desde la base de Borgo (Córcega) en vuelos de reconocimiento sobre territorio francés. El 31 de julio realizó su sexta misión. Partió a las ocho de la mañana y nunca regresó. ¿Perdió el control de su aparato y cayó al Mediterráneo? Durante mucho tiempo se lo buscó en tierra y mar y no lo encontraron. Mientras se consolidaba el mito, "El principito" se convirtió en uno de los libros más vendidos en la historia. Algunos hablan de 150 millones de ejemplares. En 1998 se rescataron cerca de Niza restos de un fuselaje que habría sido del avión que pilotaba Saint-Exupéry. Un centro de reconocimiento de restos aéreos lo identificó. Otros dudaron. En la Argentina, Saint-Exupéry supo que sería hombre, piloto, escritor, amante. Fue amigo del piloto argentino Rufino Luro Cambaceres, a quien le escribía y siempre contándole que se había sentido en la Argentina como en su propio país. Además, vale la pena recordar una frase que siempre decía: "La vida es un don. No lo desperdiciemos". Susana Espósito - Publicada el Lunes 31/07/23 - 6455 caracteres |