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    Fábrica de mosquitos estériles para luchar contra el dengue

    La empresa italiana Bioveblock, spin off de la Universidad de Camerino, analiza junto a un grupo de argentinos instalar un laboratorio de mosquitos estériles, una herramienta clave en la lucha de enfermedades como el dengue o la fiebre chinkungunya, entre otras.

    Fabrica de mosquitos esterilesLa propuesta parte de esta compañía reconocida mundialmente por el control de esos insectos a través de soluciones ecológicas, la misma técnica que en Estados Unidos aplica una firma de Bill Gates y ya está en conversaciones con los gobernadores de Córdoba y Santa Fe.

    En la Argentina, hay un crecimiento sostenido de los casos de dengue y chikungunya. Hace una semana se confirmó además su circulación comunitaria en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA). En Santa Fe se aprobó una declaración de emergencia sanitaria por la epidemia que afecta a departamentos del norte provincial; también en Salta se registra un alto número de contagios y reinfecciones.

    Manuel Seoane, director técnico de Bioveblock para Argentina, Uruguay y Paraguay, explicó que el desarrollo –cuyas pruebas de campo en Europa llevan cinco años aunque por la pandemia de Covid-19 hubo un freno– utiliza la bacteria Wolbachia para esterilizar el mosquito.

    “Se logró un método eficiente, eficaz, económico y ecológico. La bacteria es endocelular (vive en el interior de las células de algunos mosquitos) y convierte en estériles a los machos, reduciendo de este modo la reproducción y evitando su capacidad de transmitir el agente patógeno a los humanos”, detalló.

    En la planta de Italia se producen entre dos y tres millones de mosquitos estériles por semana que después son distribuidos en las “zonas infectadas. En dos o tres años tienden a desaparecer las enfermedades que transmiten”, sostuvo Seoane.

    La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima el impacto económico del “problema de los mosquitos” en US$35.000 millones anuales, lo que incluye fondos para fumigación, programas de control y tratamiento médico.

    Seoane afirmó que la OMS entiende que estas soluciones para combatir los mosquitos transmisores de enfermedades son las mejores porque no tienen impacto ambiental, a diferencia del uso de insecticidas. La variedad de mosquito transmisora de enfermedades en Europa es el Tiger (Aedes albopictus), mientras que en América Latina el vector es el Aedes aegypti: “En cada caso se produce el mosquito que se necesita. La que pica es la hembra y lo hace por necesidad reproductiva; lo que hacemos al esterilizar a los machos es que, después de aparearse, los huevos de la hembra serán estériles”.

    Seoane añadió que una ventaja para el método es que el mosquito que transmite las enfermedades tiene un radio de acción corto, “no se aleja más de 200 o 300 metros de donde nació. Eso hace más eficiente la metodología, que está pensada para zonas urbanas”.

    Los funcionarios de Córdoba y Santa Fe ya están interesados en instalar la primera biofactory en la Argentina. “Lo que promovemos es la venta de esta tecnología; ofrecemos instalar el laboratorio, ponerlo en marcha y preparar al personal”, dijo.

    La instalación de un laboratorio lleva alrededor de un año. Puede hacerse en unos 500 metros cuadrados cubiertos, donde se copian las condiciones ambientales (luz, humedad, temperatura) para la reproducción de los mosquitos; después son llevados en vehículos a las zonas determinadas como de alto riesgo y se empiezan a tomar muestras para verificar la eficacia.

    La bacteria Wolbachia es la única tecnología “completamente biológica capaz de esterilizar” a estos insectos. El laboratorio, además, desarrolló un larvicida natural que elimina el 100% de las larvas de las corrientes de agua, evitando de esta manera la propagación de los vectores, y un repelente natural no tóxico que garantiza una mayor protección que los tradicionales. Ambos cuentan con patentes internacionales y la aprobación de los organismos europeos correspondientes.


    Susana Espósito - Publicada el Lunes 27/03/23 Fuente: La Nación - 3944 caracteres