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Las corridas de toros en Buenos AiresPocos saben que en Buenos Aires hubo corridas de toros durante más de dos siglos, desde 1609 hasta 1819. Una tradición que los conquistadores españoles llevaron a las colonias americanas. El 10 de enero de 1819 se realizó la última. Este domingo se cumplen 202 años del cese de esa actividad. El cuestionable espectáculo fue presentado por primera vez en Buenos Aires 11 de noviembre de 1609, por un grupo de toreros españoles, en un improvisado rodeo armado en la Plaza Mayor, frente al Cabildo, cuando Hernandarias era gobernador de la ciudad. Ese fue el lugar donde se realizó la primera corrida de toros y pronto quedó en desuso porque los animales muertos quedaban allí muchos días y se generaban malos olores, insectos y riesgos para la salud de quienes habitaban la zona. Posteriormente, el Virrey Arredondo fue quién mando construir la primera plaza de toros, en la manzana comprendida entre Belgrano, Lima, Moreno y Bernardo de Irigoyen, en el barrio de Monserrat. Tenía capacidad para dos mil personas y las autoridades se ubicaban en los balcones de la casa de la familia Azcuénaga. En los alrededores se fueron abriendo pulperías, casas de juego, se vendían esclavos, había vagos, prostitutas ofreciendo sus servicios y la zona se tornó muy riesgosa. Un pasaje que conducía a la plaza era conocido como "la calle del Pecado", ya que todo lo que estaba mal ocurría allí. Los toros para las corridas eran traídos desde Chascomús, muchas veces se espantaban y provocaban corridas entre los vecinos del lugar, hasta que en 1799, por la repetición de estas situaciones, llevaron al virrey Avilés a decidir su demolición. A principios de mayo de 1800, siendo virrey, Joaquín del Pino, el Cabildo ordenó la construcción de una nueva Plaza de Toros para reemplazar a la demolida, utilizando fondos que estaban destinados al empedrado de la ciudad. Estaba ubicada en la plaza del Retiro, hoy Plaza General San Martín, en el espacio comprendido entre las calles Maipú y Esmeralda, el mismo lugar donde hasta 1739, había funcionado el mercado de esclavos. Se le encargó el trazado de los planos correspondientes al arquitecto y marino español Martín Boneo (1745-1806). Las obras se iniciaron de inmediato, fueron inauguradas el 14 de octubre de 1801 y ésta fue la segunda Plaza de Toros que se instaló en Buenos Aires. Era una imponente construcción de forma octogonal, de estilo morisco colonial con capacidad para 10.000 espectadores (que resultaba escasa en muchas oportunidades por la gran cantidad de personas que querían ingresar a los espectáculos que allí se ofrecían) y tuvo un costo final de 42.000 pesos. Su exterior era de mampostería revocada con cal y desde sus niveles superiores se dominaba la ciudad. Construida a semejanza de las plazas existentes en España, contaba con palcos en la parte alta, guardabarreras, burladeros y hasta una capilla. La entrada para presenciar “las corridas”, costaba entre dos y tres pesos. El interior era de madera, incluyendo los palcos y las gradas, que además estaban rodeadas por una ancha doble galería, que con la barrera interior, también de madera, formaba una circunferencia. Algunos de esos palcos estaban reservados para familias “distinguidas” y para garantizarles su privacidad, tenían puertas y llaves para su exclusivo uso. Un documento de 1805 informa que «la Plaza de Toros de Buenos Aires excede en hermosura y firmeza a cualquiera de Europa» y allí, a metros de la hoy Plaza San Martín, fue donde actuaron toreros argentinos y algunos famosos llegados de España y otras ciudades la América española. Esa plaza fue inaugurada el 14 de octubre de 1801 y para ello se organizó una gran fiesta, homenajeando al príncipe de Asturias que cumplía años ese día. En 1807, cuando se produjo la segunda invasión de los ingleses, la Plaza de Toros fue escenario de duros combates, sirviendo como trinchera a nuestros soldados. Luego de la rendición del general Whitelocke, la plaza quedó en malas condiciones y fue el inicio de su decadencia. Sus alrededores, como ocurrió con la plaza de Monserrat, se convirtieron en refugio de malandras y rufianes y por ello, el cabildo ordenó hacer reparaciones. El 11 de marzo de 1817 hubo corridas gratis para el pueblo, en celebración del triunfo de Chacabuco y concurrieron seis mil personas. Finalmente, en 1818 el Cabildo decidió volver a demoler la plaza como reacción antiespañola, orden dada por el Director Supremo, Juan Martín de Pueyrredón. El 10 de enero de 1819 se realizó la última corrida y al día siguiente comenzó la demolición. En 1820 ya no existía la Plaza de Toros de Buenos Aires, aunque la actividad siguió desarrollándose en forma clandestina. En 1856, una Ley que lleva la firma del Senador José Mármol y que fue promulgada por Dalmacio Vélez Sarsfield, estableció la erradicación definitiva del toreo en estos territorios, expresando en sus considerandos, en un todo de acuerdo con los enérgicos reclamos de Sarmiento y Mitre, que no es de pueblos civilizados estimular esta bárbara costumbre, que afecta la dignidad del hombre y muestra una extrema crueldad hacia los animales. El origen de las corridas de toros se remonta a los sangrientos juegos romanos y las crueles venationes en las que se mataban miles de animales para divertir a un público sediento de sangre. El público disfrutaba viendo la audacia de los toreros y sus elegantes técnicas y pases, intentando amansar al toro, que generalmente se negaba. Lo terrible era el momento en que el torero se preparaba empuñando la espada para dar el golpe mortal al animal, que caía desplomado después de su infructuosa lucha por vivir. Durante todo el siglo XVIII, las coronaciones, los cumpleaños de los reyes y otras fiestas importantes se celebraban con corridas de toros. Actualmente la tauromaquia, más que ser considerada como el arte de torear, es una actividad reprobable y cruel, por eso se ha prohibido en casi todos los lugares donde se realizaba este tipo de espectáculos, aunque aún siguen existiendo en otras ciudades. Susana Espósito - Publicada el Viernes 08/01/21 - 6043 caracteres |