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Sin techo, sin pan y sin trabajoLa situación económica actual se refleja en las calles de Buenos Aires, donde cada vez duerme más gente y también en los comedores comunitarios a los que, en los últimos meses, asisten más personas. Esto no es un cuadro de Ernesto De la Cárcova, “Sin pan y sin trabajo” es una realidad que bien puede mezclar ese tema con el de otra pintura de Reynaldo Giudici, “La sopa de los pobres”. El primero muestra la impotencia de un hombre que se quedó sin trabajo, no tiene ni siquiera un pan para compartir con su familia y solo come un bebé, amamantado por su débil madre. En la segunda pintura, vemos una escena de miseria urbana de fuerte impacto visual, en la que personas de distintas edades, con ropas harapientas y ollas humeantes en las que se cocina la sopa que todos comparten; tal vez se parece a los actuales comedores comunitarios en los que cada día, voluntarios y solidarias personas, cocinan en grandes ollas para mitigar el hambre de quienes asisten a esos lugares.
Cómo aceptar que un país que produce alimentos para 400 millones de personas, tiene ese grado de pobreza y de hambre, siendo su población del 10% de esa cantidad de personas. De acuerdo al análisis de algunos expertos, el hambre en nuestro país no se debe a escasez de alimentos, sino a falta de ingresos, distribución desigual de la riqueza o ausencia de generosidad. Sin embargo, existe un porcentaje de gente muy solidaria, que de la nada hizo muchísimo y un claro ejemplo de eso es Margarita Barrientos, fundadora de Los Piletones en Villa Soldati, Mirta Ortega, fundadora del comedor Gargantitas, en villa Zavaleta, de Barracas y otros comedores que brindan un plato de comida caliente a quienes lo necesitan. Pero como tantas veces ha dicho Margarita, ese plato de comida que ofrecen, no debería ser una costumbre, “La gente debe trabajar. Si yo no tengo trabajo, me ingenio para tenerlo. Eso es importante, que la gente no viva de los planes, que viva de su trabajo. Creo que los planes no deberían existir, lo que debería existir es un trabajo digno para que la gente elija lo que quiera comer y no que yo elija por ellos. Es necesario recuperar la dignidad de ganarse el pan de cada día y por eso, no deberían existir los planes, debe enseñarse oficios que luego permitan trabajar”. En los últimos tiempos, las organizaciones sociales advierten que no alcanza la comida, ya que donde antes asistían solo niños, ahora lo hacen familias enteras y no se da abasto para darles a todos, incluso en los comedores que reciben alimentos del Gobierno, mediante un plan de refuerzo que se puso en marcha recientemente. El alza en el índice de pobreza, el aumento de la desocupación y la precarización del empleo que reflejaron las recientes cifras del Indec, multiplicaron su impacto sobre las familias que viven en villas y asentamientos de la Ciudad y el conurbano bonaerense. Sebastián Waisgrais, especialista de Monitoreo y Evaluación de Unicef, dijo que en la Encuesta Permanente de Hogares se verifica que el porcentaje de chicos que viven de ayudas del Estado y otras organizaciones viene incrementándose. "La situación es caótica. Además de los chicos y sus papás, se sumaron personas mayores, que antes tenían cierta vergüenza de ir a estos espacios, pero con una jubilación mínima no les alcanza", asegura Ester Lafont, presidenta de la Asociación Civil ProyectARG, que colabora con 10 comedores del conurbano y con hogares y centros de acción familiar de CABA, entre otros. Cáritas Buenos Aires señala que cada vez tienen más demandas y que, sobre todo, lo notan en los duchadores, desayunadores o comedores para indigentes. "Hay más gente que vive en la calle y tenemos lista de espera en los hogares. La realidad es que no dan abasto", señala el padre Fabián Báez, párroco de María Reina de Villa Urquiza. "Comer no es una ayuda, es un derecho de las personas y es justicia que se cumpla. Es una tarea primordial que el Gobierno asista a esos derechos básicos de los ciudadanos", destaca el sacerdote. Muchos comedores implementaron la modalidad de entregar las porciones de comida y que la gente se las lleve a sus casas, no solo por una cuestión de espacio sino también con el objetivo de favorecer el encuentro familiar. Susana Espósito - Publicada el Jueves 11/10/18 - 4237 caracteres |