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  • Los tentadores carritos de la Costanera

    Los carritos de la costanera son un clásico desde hace varias décadas, pero... ¿cumplen con las normas vigentes de limpieza y salubridad? ¿quién los controla?

    En principio vayamos al origen de esos puestos a los que llamamos "carritos" y ¿por qué?

    Los carritos parrilleros en la avenida Madero, fueron los primeros en plena ciudad, durante las primeras décadas del siglo pasado y comenzaron a popularizarse en la Costanera Sur, donde vendían sándwiches de chorizo, o choripanes.

    Años después, los vendedores móviles se instalaron en la Costanera Norte. Se trasladaban en carritos tirados a caballo (de allí su popular nombre), luego en triciclos o en remolques.

    De acuerdo a ciertas fuentes, que han sido testigos de aquellas épocas, los carritos modernos surgieron por una idea de un curioso personaje de la ciudad: el Polaco Andrés. "En 1953 o 1954 estacionaba nada menos que en Libertador y Bullrich un camión Chevrolet del 28 que había carrozado de aluminio con ventanas que hacían de mostradores donde despachaba panchos y cerveza tirada".

    En 1955 se mudó a la Costanera -de Salguero hacia el Sur- ya como parrilla y tuvo casi una docena de imitadores como el famoso Negro el 11. Con el tiempo los carritos tuvieron un impacto importante y muchos vieron la posibilidad de hacer de esta zona un foco gastronómico para la Costanera. Así se fueron instalando restaurantes con una oferta más variada, de comida internacional y ambiente refinado, al que asistía gustosa, gran parte de la clase alta porteña, pero a pesar del cambio estructural, a esos restaurantes se los siguió llamando, en su conjunto, los “carritos de la Costanera".

    Actualmente, sobre todo en la zona costanera de Puerto Madero, los carritos son un lugar que tiene como habitués a muchos oficinistas que se acercan a disfrutar un sandwich de bondiola o un choripán y también es el espacio elegido por taxistas y turistas que recorren la zona.

    Lo cierto es que a veces, en nuestro apuro, no vemos lo que realmente importa y podemos poner en riesgo nuestra salud, porque muchos de esos puestos, no cumplen con los requerimientos de salubridad que se exigen para poder realizar esa actividad y algunas irregularidades están a la vista, sobre todo en la zona de la terminal de micros en Retiro, la zona portuaria y también frente al aeroparque, donde circulan entre los carritos, ratas enormes como gatos.

    Pese a que la Agencia Gubernamental de Control (AGC) realiza inspecciones al menos una vez por semana para determinar las condiciones higiénicas sanitarias y decomisa elementos, los puestos retornan y repiten las infracciones que exponen a los consumidores a eventuales problemas de salud.

    Los puestos callejeros de venta de alimentos deben contar con el permiso otorgado por el Ministerio de Ambiente y Espacio Público que los autoriza a ocupar un determinado lugar. Es la primera constancia que el inspector de la AGC le solicita al comerciante. Si no cuenta con esa licencia, el puesto es clausurado.

    La Dirección General de Ordenamiento del Espacio Público porteña otorgó, hasta el momento, 283 permisos para la venta de alimentos en la vía pública: 56 para el expendio de golosinas y bebidas sin alcohol, 57 para la venta de panchos y bebidas sin alcohol y 59 para productos de parrilla y bebidas. En todos estos casos, los puestos tienen una ubicación fija y no pueden moverse.

    Los restantes 111 carritos autorizados integran la categoría de venta ambulante por cuenta propia (de garrapiñadas y pochoclos) y sólo pueden circular por la cuadra donde rige el permiso.

    Los vendedores deben tener también la libreta sanitaria y un comprobante del curso de manipulación alimentaria, entre otros documentos.

    Durante la inspección del carrito, se verifica que esté limpio y que la campana que sirve como extractor de la cocina no tenga rastros de grasa. El inspector cotejará la temperatura de la carne que se está asando: debe alcanzar 72 grados o más. "Es la única forma de que la bacteria Escherichia coli no sobreviva". Asi lo explica el director de Higiene y Seguridad Alimentaria de laAGC, Gastón Diéguez.

    Otro tema a tener en cuenta es que la ley prohíbe expresamente que los aderezos sean fraccionados. Sólo pueden ser ofrecidos en la versión de pequeños sobrecitos. La entrega de condimentos en envases recargables es una de las infracciones más comunes. Si el inspector lo detecta, eleva un acta de comprobación, por la que luego el comerciante deberá abonar una multa ante la Dirección General de Administración de Infracciones (DGAI), y decomisa la mercadería de manera inmediata. Tampoco pueden ofrecerse salsas artesanales, tipo "criolla" o chimichurri, en bols abiertos que quedan expuestos al calor y a la excesiva manipulación de los clientes. Esa irregularidad también es motivo para la confección de un acta, la imposición de una multa y la confiscación de la mercadería.

    Durante los operativos, los inspectores controlan también que las materias primas, como la carne (que debe ser conservada en el freezer hasta segundos antes de ser depositada en la parrilla) y el pan (cuyo envoltorio no puede tocar el piso) cuenten con los rótulos que indican la procedencia y la fecha de vencimiento. Los huevos deben estar hervidos y mantenidos en la heladera. Para mayor tranquilidad, los consumidores pueden chequear que la vajilla sea descartable y se utilicen instrumentos diferentes para manipular los alimentos crudos y los cocidos.

    Es necesario tomar conciencia de los riesgos que corremos si no estamos atentos a ciertos detalles y en el caso de detectar alguna irregularidad, debe ser denunciada como corresponde.


    Susana Espósito - Publicada el Miércoles 18/05/16 - 5633 caracteres