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  • Recordando al General San Martín

    El viernes 17 de agosto se cumplen 162 años del fallecimiento del General San Martín, héroe máximo de nuestra Patria, que falleciera en el año 1850 en Boulogne Sur Mer, Francia.

    Más allá de su brillante carrera militar que le permitió destacarse, convirtiéndolo en el libertador de Argentina, Chile y Perú, también fue quien sembró en nuestro país la primera semilla de la masonería, junto con Alvear, Zapiola, Bernardo Monteagudo, Juan Martín de Pueyrredón y otros, que integraron la Logia Lautaro, cuyo objetivo era lograr la independencia de América de los españoles, estableciendo un sistema republicano unitario y un gobierno unipersonal.

    Fue un hombre de firmes convicciones, exigía rectitud pero predicaba con el ejemplo y además tenía una extraordinaria sensibilidad, que entre otras cosas lo llevó a escribir las Máximas para su hija, una serie de normas para dirigir la educación de Merceditas.

    Hay algunos detalles de su vida privada que pocos conocen y vale la pena destacar.

    Durante sus últimos años en Francia, a San Martín le placía la vida reposada y aislada que el lugar le permitía. Sus jornadas eran ordenadas y apacibles. Sus cartas registran su gusto por esa sosegada existencia. Se levantaba con el alba, preparaba su desayuno, consistente en té o café, que tomaba en un mate con bombilla. Luego pasaba a sus tareas habituales: el picado de tabaco, que fumaba en pipa y, a veces, en chala; el trapicheo, como llamaba a la tarea de limpiar y lustrar su colección de armas; la realización de pequeñas obras de carpintería, a la que era afecto; o, bien, iluminaba litografías, como entonces se decía al colorear de estampas, particularmente de barcos, paisajes marinos y escenas campestres.

    El mismo cosía sus ropas, según el hábito adquirido en el ejército, que no quería abandonar pese a los reclamos de su hija.

    La lectura fue la más sostenida de sus distracciones. Lo hacía en inglés, italiano y, naturalmente, francés. Era amigo de leer periódicos particularmente americanos.

    En 1848, el agravamiento de sus cataratas lo limitó en ello. Su biblioteca personal aún se conserva en nuestra Biblioteca Nacional.

    Dormía en una simple cama de hierro, comía asado, de preferencia, y bebía vino con sobriedad. Parte considerable de su tiempo lo destinaba a ordenar los papeles y documentos de su archivo personal.

    Había planeado escribir sus memorias, que esperaba se dieran a publicidad después de muerto. No avanzó en esta tarea; solo alcanzó a trazar una cronología de los hechos que protagonizó, desde 1813 a 1832, acompañada con documentos probatorios. Finalmente, no compuso sus Memorias.

    El padre de nuestra Patria es recordado en la Plaza que lleva su nombre, en el barrio de Retiro, donde además le rinde homenaje uno de los monumentos más lindos de la ciudad.


    Susana Espósito - Publicada el 16/08/12 - 2809 caracteres