Recuperación de la Reserva Ecológica

Habiendo sido designado un nuevo director para la Reserva Ecológica, en la Costanera Sur, se confía en que sea el comienzo de la recuperación del predio.

La Reserva Ecológica Costanera Sur viene atravesando desde hace muchos años un camino de desidia y abandono. Fue desjerarquizada en el organigrama porteño y ya no cuenta con presupuesto propio.

Los sucesivos años de mala gestión destruyeron muchos de sus atractivos naturales. La seguidilla de incendios, proyectos inmobiliarios, potenciales obras de infraestructura, invasión de especies exóticas, salinización de las lagunas y la presencia de jaurías de cimarrones demuestra la urgencia de una solución que devuelva la tranquilidad a la reserva y a sus visitantes.

Hace unos días el fuego se adueñó del área debido a que se han secado las lagunas y, con ellas, desaparecieron valiosos recursos educativos y el hábitat para una mayor diversidad de especies.

La reciente designación de Claudio Bertonatti como director renueva expectativas y confianza en que la reserva, finalmente, pueda tomar un rumbo adecuado. Se trata de una persona de reconocida trayectoria ambiental, que ha trabajado para distintas reservas naturales, zoológicos, museos y empresas. Fue directivo de la Fundación Vida Silvestre Argentina, de la Asociación Aves Argentinas y de la Fundación Atahualpa Yupanqui, además de miembro de la Fundación Naturaleza para el Futuro (Funafu). Desde esta última formó parte de los equipos que realizaron centros de interpretación en la Reserva Provincial Esteros del Iberá, los Valles Calchaquíes y la Cueva de las Manos.

Sin embargo, y pese al entusiasmo de muchas organizaciones no gubernamentales que ven en la nueva dirección un primer paso indispensable para que la reserva recupere su máximo potencial, es claro que una persona por sí sola no puede enfrentar todos los desafíos que esta reserva tiene.

Si bien el ministro de Ambiente y Espacio Público de la ciudad, Diego Santilli, impulsó esta designación, hará falta mucho más para que se puedan satisfacer algunas de las muchas necesidades que enfrenta el área protegida más visitada del país (un millón de personas por año).

Sólo para recordarlo, podemos citar el escaso personal educativo y de seguridad, infraestructura visiblemente deteriorada, vehículos imposibilitados de uso, más de dos hectáreas ocupadas por un asentamiento ilegal, un plan de manejo olvidado, escasos carteles didácticos, un área de sanidad veterinaria desmantelada, zonificación inexistente para evitar conflictos entre ciclistas y peatones, y hasta la herencia de personal derivado de otras áreas, como si la reserva fuera un destino castigo.

Esta reserva tiene por ley la función fundamental de ejercer la educación ambiental para que los ciudadanos puedan inspirarse en la naturaleza para aprender a valorar sus bienes, sus servicios y la necesidad de adoptar mejores conductas ciudadanas para resolver algunos de los problemas ambientales de la ciudad, como la basura, el abandono de mascotas y el uso responsable del agua y la energía.

Para ello, además de gente capaz, es imprescindible contar con recursos que permitan renovar sus senderos con carteles educativos, contar con centros de interpretación y poner en marcha un plan de manejo que controle las especies invasoras y restaure los ecosistemas que formaron parte del paisaje original de Buenos Aires.

La oportunidad está dada ahora y sería deseable que las máximas autoridades porteñas supieran continuar impulsando estos cambios positivos para que la reserva tenga todo el esplendor que se merece. La nueva designación era necesaria, pero no es suficiente.