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  • Buenos Aires, “tan hermosa, tan ruidosa”

    Es sabido que la ciudad de Buenos Aires es una de las más lindas del mundo y también una de las más elegidas por turistas de todo el mundo. Sus principales características son su variada arquitectura, su gran oferta cultural, el tango, la gastronomía y un clima propicio, todo el año. Sin embargo también es una de las ciudades más ruidosas y eso repercute en la calidad de vida de los porteños.

    Recientes publicaciones periodísticas realizadas sobre la base de diversos estudios vienen dando cuenta de que la Capital Federal supera ampliamente los límites de ruido permitidos por ley y aconsejados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Es que el ruido excesivo y el aire contaminado son dos aristas de un mismo problema.

    Un trabajo de mediciones de ruido realizado por la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Palermo, por ejemplo, arrojó como resultado que en el cruce de las avenidas Cabildo y Juramento los ruidos son largamente superiores a los que se producen en el aeroparque metropolitano: 131,90 decibeles se registraron en esa esquina contra los 105,80 que provoca la actividad de la aeroestación local. La recomendación de la OMS como máximo de ruido tolerable es de 70 decibeles. La investigación incluyó una encuesta a unas mil personas, que, además, contribuyeron a elaborar un ranking de las arterias más ruidosas de la ciudad: la 9 de Julio, seguida por Corrientes, Santa Fe, Rivadavia, Cabildo y Pueyrredón.

    El ruido que provoca, en primer lugar, el tránsito terrestre, sumado al de los aviones y al industrial, puede afectar seriamente el comportamiento humano, su descanso y hasta el desarrollo laboral. A ellos se suman hoy los ruidos dañinos que provocan las obras en construcción, que proliferan en buena parte de la ciudad; los recitales, las discotecas y los polos gastronómicos, con su enorme afluencia de clientes y el tránsito caótico.

    Numerosos estudios han demostrado que los padecimientos de quienes se ven sometidos a ruidos excesivos pueden clasificarse en efectos a largo y a corto plazo. Entre estos últimos, la respuesta al sobresalto, los reflejos respiratorios y de tensión muscular, los cambios en la circulación periférica y hasta la elevación de la presión arterial. Entre las afecciones a largo plazo se destaca el estrés, con el consecuente riesgo cardiovascular que esto implica.

    En la actualidad, el gobierno porteño cuenta con una red de monitoreo del ruido mediante la instalación de torres medidoras destinadas a la elaboración de un mapa acústico del distrito. Esa evaluación permite, entre otras cosas, crear una herramienta para conocer los problemas, dónde se producen y qué políticas públicas pueden instrumentarse en cada caso. Todo ello, en atención a la ley 1540 sobre contaminación acústica en la ciudad, más conocida como "ley del ruido", norma que establece penas pecuniaras para quienes incumplan las recomendaciones sobre los límites establecidos, y que propicia la búsqueda de las medidas correctoras del impacto acústico.


    Susana Espósito - Noticia publicada el: 30/12/11 - (Cantidad de caracteres: 3033 )